O.J. Simpson fue uno de los deportistas estadounidenses más reconocidos de su época hasta que terminó involucrado en un caso de doble asesinato que culminaría en lo que la prensa estadounidense bautizó como «el juicio del siglo».
El exjugador profesional de fútbol americano y actor murió a los 76 años de edad, según informó su familia este jueves.
«El 10 de abril, nuestro padre, Orenthal James Simpson, sucumbió en su batalla contra el cáncer. Estaba rodeado de sus hijos y nietos», publicó la familia en la red social X.
Simpson saltó a la fama como futbolista universitario antes de jugar en la NFL y luego llegó a ser considerado como uno de los mejores jugadores de fútbol americano de la historia.
Todo empezó en la noche del domingo 12 de junio de 1994 cuando la policía encontró los cadáveres de Nicole Brown y Ronald Goldman en la residencia del barrio de Brentwood de Los Ángeles en el que vivía la exesposa de O.J. Simpson.
Las víctimas habían sido acuchilladas y degolladas mientras en el interior de la vivienda dormían los dos hijos de 9 y 6 años de Brown y Simpson, quienes se habían divorciado en 1992.
Con el paso de las horas y en base a las pruebas que se encontraron en la escena del crimen y en casa de Simpson -entre ellas los famosos guantes ensangrentados que serían clave en la absolución del exdeportista- las autoridades concluyeron que este había estado involucrado en el crimen.
Cuatro días después de los asesinatos y tras haber interrogado al sospechoso exhaustivamente, la policía de Los Ángeles comunicó a los abogados de Simpson que iban a presentar cargos en contra de su cliente, acordando que este se entregara en la mañana del 17 de junio.
Los fiscales argumentaron que Simpson mató a Brown en un ataque de celos.
La evidencia presentada en el juicio incluyó pruebas de sangre, cabello y fibras que vinculaban a Simpson con los asesinatos.
En uno de los momentos más memorables del juicio, los fiscales le pidieron a Simpson que se pusiera los guantes manchados de sangre encontrados en la escena del crimen, pero Simpson tuvo dificultades para que le encajaran.
Eso llevó a uno de los abogados de Simpson, Johnnie Cochrane, a decirle al jurado en sus argumentos finales una frase que quedó para la posteridad: «Si no ajusta, deben absolverlo».
La defensa argumentó que Simpson había sido incriminado por el racismo de la policía de Los Ángeles. Dos años antes, varios agentes de la ciudad californiana habían sido absueltos tras pegarle una paliza al afroestadounidense Rodney King, pese a que la agresión había sido grabada en video.
Se calcula que el 3 de octubre de 1995, cerca de 145 millones de personas vieron en directo por televisión como Simpson era declarado no culpable, en un veredicto que dividió a la sociedad estadounidense.
Pero los problemas de Simpson con la justicia no acabaron ese día.
Dos años más tarde fue condenado a pagar más de US$30 millones a las familias de su exmujer y del amigo de esta al ser hallado culpable en un juicio civil, aunque nunca llegó a pagar esa indemnización.
En 2007 fue detenido por robo a mano armada y secuestro, en un caso por el que acabó siendo condenado a entre 9 y 33 años de cárcel, saliendo de prisión en 2017.
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